Ya es 31 de octubre, la víspera de Todos los Santos o Halloween. Hoy es el día en el que aquellos que se marcharon pueden retornar a nosotros, aunque sea en recuerdo, para que celebremos el tiempo que compartimos con ellos y para que el anhelo de volver a verlos no nos rompa el alma.
Queramos o no, la muerte forma parte de la vida y yo ya no quiero pensar en ella como final o como tránsito hacia el otro mundo. Prefiero verla como si fuera un personaje. Por eso, en mi novela “Muerte, tú morirás”, le ofrecí a mi protagonista, Arthur Collins, un hombre cuya familia ha sido azotada por la mano de la Parca, la oportunidad de hablar con ese personaje, de preguntarle por qué hemos de morir y hasta de enojarse con ella. Como es lógico, Arthur se rebela ante esa sentencia que pende sobre nuestras cabezas y lucha por ganar tiempo para vivirlo, para gozar de la presencia de nuestros seres queridos.
Me da la sensación de que tanto mi protagonista como nosotros tenemos como único consuelo una convicción: valoramos tanto la vida porque sabemos que algún día, quizá dentro de cinco minutos, acabará. Y eso es lo que, creo, puede ayudarnos a soportar la marcha de aquellos a quienes amamos; que también ellos han disfrutado de la belleza de esta vida y que, tal vez, volvamos a encontrarnos. O no.
En todo caso, nadie puede arrebatarnos los días vividos con ellos. Y, quizá, algún día podamos gritarle a ese personaje: “muerte, tú morirás”. Mientras tanto, vivamos y apuremos cada minuto que se nos conceda.
Que tengáis una feliz noche de Halloween. No olvidéis dejar una vela encendida para guiar a vuestros seres queridos en su deambular entre mundos, si es que deciden haceros una visita.