¡Feliz día de Beltane! Os dejo una cita de “El Sendero de la Palabra” sobre esta fecha tan importante en el calendario celta:
“Se aproximaba ya el uno de mayo, fecha en la que los celtas celebraban Beltane y, según los druidas, comenzaba el verano. En breve este inundaría con las fragancias de campos floridos y abundantes cosechas los adormecidos espíritus de sus gentes. Los antiguos pobladores de los diversos asentamientos lo consideraban un período de renacimiento, de purificación tanto física como espiritual: la luz acabaría con la oscuridad que invadía su mundo durante el invierno desde la otra gran festividad, Samhain.
Así pues, era un evento a conmemorar y una de las personas que solía hacerlo era Brendan, quien cada treinta de abril se reunía con sus amigos en su casa durante aquella noche tan especial. Una vez allí, llevaban a cabo algunas de las ceremonias tradicionales que realizaban muchas familias irlandesas desde tiempos inmemoriales. Los asistentes a la fiesta acudían cada año emocionados ante la llegada del amanecer para aspirar con toda la fuerza de sus espíritus el aroma purificador del inminente verano. Al inundarlos la medianoche con sus brumas y hacerse casi visible durante unas horas el camino que comunicaba el mundo de los vivos con el de los muertos, mientras unos dormían, otros, como Brendan, permanecían en vela, en compañía de alguien con quien compartir una buena charla y la quietud nocturna. Horas después, cuando el cielo empezaba a palidecer y desprenderse de aquel velo oscuro, salían todos al exterior, donde ya ardía la enorme hoguera que el anfitrión había prendido. Cuando por fin una diminuta grieta de luz comenzaba a rasgar el horizonte, se colocaban alrededor de la fogata, encendida con maderas de diferentes árboles. Recibían a la aurora, que llegaba envuelta en cánticos susurrados por la brisa estival con la voz prestada de las hojas de los árboles. Allí se congregaban desde los más jóvenes, algunos apenas unos mocosos que sostenían con respeto y temor su velita, hasta los más mayores. Uno de ellos, por lo general el más anciano, tomaba un leño a modo de antorcha y, tras prenderlo con aquel fuego sagrado, iba encendiendo las velas de todos los presentes con llamas nacidas a la vez que el nuevo día. Y ese círculo de rostros iluminados refulgía con la emoción grabada en cada uno de ellos. Así tenía lugar aquella celebración, con la esperanza del renacer de espíritus y buenas intenciones. Con la promesa del futuro, pero también del pasado”.
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